Miércoles, 3 de Junio del 2020

Una nueva Jerusalem surgida desde el Propósito

Una nueva Jerusalem surgida desde el Propósito

 

Gracias te damos Padre por esta Pascua que, sí, ha sido realmente de Amor y Vida.

Amor por el perdón que hemos puesto.

Vida por los milagros recibidos en la nueva Jerusalem que hemos construido.

Soltamos la cruz del miedo y culpa, y en su lugar erigimos la cruz del perdón y vida. A ella nos subimos y desde ella el nuevo camino se nos ha mostrado. Bajamos al vacío del sepulcro donde nos rendimos a morir al miedo en todas las formas que nos mantuvieron clavados en la cruz.

Desnudos y liberados de culpa, con valentía, resucitamos. Volvimos de entre los muertos y dijimos Sí a la vida en el Amor. Abrazamos nuestra inocencia y aceptamos ir a contarle al mundo, a través de nuestra vida, que el miedo y la culpa no son reales, pues nuestra elección  del amor que somos, los ha vencido.

Desde este nuevo propósito aparece la nueva Jerusalem en nuestra mente y en nuestra vida, donde siempre había estado esperándonos, con nuevos escenarios de perdón y oportunidades de crecer en grandeza y paz.

En ella todo el maravilloso Plan para la salvación, para la vuelta al Hogar, toma forma. La única verdad que somos en el Amor de Dios, nuestro Creador, resplandece dándole sentido y felicidad a nuestro existir. Ya no vamos a ella en busca de las falsas identidades que nos alimentaban y daban realidad. El dolor, el sacrificio, la pequeñez, el abandono y el esfuerzo no tienen espacio en este Santo lugar. Ahora comprendemos que estamos aquí, para poner el amor que nos faltaba, para ser felices al seguir co-creando con Dios, al elegir ver la única verdad que somos: el Amor.

Y ahora, junto con el Espíritu de Dios, nuestro amoroso y paciente guía, seguimos los pasos del Maestro Jesús y abrazamos a Cristo en nuestra mente y en nuestra vida, pues es nuestra única morada real.

Seguimos caminando, sabiendo que no estamos solos, recordando que el mundo, tal como lo percibíamos, es una ilusión que ahora elegimos dejar atrás, liberándonos así, de toda falsa identidad y de los apegos que le daban forma.

Ponemos nuestra nueva Jerusalem, nuestra mente y nuestra vida en manos de Dios y sólo con Cristo, compartimos la inocencia con todo lo que nos rodea y elegimos construir nuevas realidades de Amor y Vida. Cuidando cada detalle, haciendo con gratitud y confianza lo que nos toca ahora, poniendo amor dónde antes había miedo.

Y ahora, la Pascua continua, volvemos a casa, al estado de paz y plenitud aquí y ahora que nos merecemos. Libres de toda forma y resultado, nos dirigimos al encuentro con Dios en nuestro hermano y en el mundo.

Amén

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