Viernes, 27 de Octubre del 2017

¿Cuál debe ser la Respuesta al dolor, ante una aparente injusticia?

En cada acontecimiento, por doloroso que sea, podemos entender que la Verdad, la Inocencia y el Amor están ahí, esperando a ser reconocidos, aceptados y disfrutados. Así, podemos usarlos para traer comprensión y Paz a nuestra vida. Dios no tiene nada que ver con los acontecimientos que vivimos en cuanto a su causa, pero sí en cuanto al contenido de Amor que subyace tras todo suceso.
 
No juzguemos las cosas desde el mundo de la forma.
 
¿Por qué estar en una cárcel es ser un esclavo o es ser culpable? ¿Cuántas personas viven esclavas de sus sistemas de pensamiento? Podemos estar en la cárcel y sentirnos libres, y podemos estar fuera y sentirnos esclavos.
 
Nada es bueno ni malo, todo es perfecto para el plan y la función que cada uno tiene, de acuerdo a su programa y sistema de pensamiento, y a veces nos ponemos en situaciones críticas para sanar algo o ayudar a otros a que sanen.
 
Entonces, preguntémonos: ante situaciones de dolor, caos, conflicto; ¿qué me mueve de esto que estoy viendo? ¿qué tiene que ver conmigo esto que está pasando? Y dejemos que se nos muestre. Luego, a nivel de los acontecimientos, dejemos que las respuestas sean de la forma que sea, esperando siempre lo mejor, desde la mirada del Perdón.
 
Las experiencias dolorosas son una oportunidad para liberar, mediante el Perdón, las creencias erróneas que las originan, sin pretender que las circunstancias externas se modifiquen. Hay que mirar al dolor y descubrir lo que hay más allá de él. Por ello, abracemos con gratitud y aceptemos todo nuestro acontecer.
 
Que todo nuestro aprendizaje vaya enfocado a liberarnos de formas y de normas, de lo que está bien o mal o de lo que debería ser.
 
El dolor perdonado es la Inocencia reconocida y aceptada. Solo se puede ver justicia y paz en el mundo cuando hay Inocencia en nuestra mente. Nuestra única responsabilidad es aceptarla, junto con nuestra felicidad y divino poder, dejando de vernos víctima de las circunstancias.
 
Podemos vivir desde esa Inocencia, sintiéndonos fuertes, capaces, invulnerables; asumiendo nuestras responsabilidades. Esto es no permitir la injusticia en nuestra vida. Tomemos las riendas de nuestra vida y elijamos por nuestra felicidad, ya que desde esa elección nos liberamos.
 
Ahora  toca salir de la cárcel del victimismo, del no puedo, del pobre de mí, del trato injusto, de la no valoración, del no reconocimiento. Comencemos a valorarnos, querernos y sentirnos; a darnos  espacios de abundancia, plenitud, capacidad y felicidad.
 
Dejemos que sea nuestra Inocencia la que mire al mundo, la que se mire a sí misma, la que diseñe un mundo justo más allá de la forma, un mundo de igualdad , libertad, plenitud y abundancia.
 
Ante experiencias dolorosas podemos crecer en humildad. Entendiendo por humildad el divino poder y la autoridad en el Amor que somos. Nos hacemos fuertes y poderosos en Amor, comprensión e invulnerabilidad; con la conciencia que nos da la percepción correcta de todo lo que acontece en nuestra vida.
  
Dejemos que la vida fluya hacia donde le toque y solo ocupémonos de poner la Inocencia en ese fluir, ocurra lo que ocurra. Nunca perdamos la fe. Confiemos en la capacidad del otro y en la nuestra propia para salir de la esclavitud del miedo, del dolor, de la insuficiencia, del olvido.
 
Que el Perdón siga siendo nuestro camino y, desde él, aceptemos todo, incluso el dolor. Pues tras éste, se esconde el miedo presto a ser deshecho.
 
 
“Cuando el viento sopla, es decir, cuando tus circunstancias sean inesperadas y repentinas, espera calladamente, en quietud y confianza a que se muestre el cambio que está presto a llegar.
No hagas ruido, pues te perderás la señal del nuevo camino.
El ruido son los juicios, expectativas, deseos, condicionamientos, etc. de nuestra mente ante lo que “debería” ser.
Espera con mirada atenta, silencio en la mente y gratitud en el corazón. Lo mejor siempre está por llegar.”
 

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