Viernes, 6 de Octubre del 2017

Meditación desde la rendición

No poder solos no significa que seamos débiles, significa que somos Uno con Dios.
 
Sentirnos débiles nos da la oportunidad de ver que no estamos dando todo lo que somos, pues solo estamos utilizando una parte de nosotros que no es nada, sin la Totalidad que la alimenta.
 
Que nuestros pensamientos y acciones solo se alimenten de nuestra voluntad y autoridad e inocencia Una en el Dios que somos.
Esto es la rendición: no creer que no puedo, sino darme cuenta de que solo soy en Dios y, desde ahí, todo lo puedo.
 
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Buenos días, descansando en Dios
 
Cambiemos la palabra debilidad por rendición. Nuestra rendición es la gran ocasión para llegar a sentirnos en la total plenitud, autoridad, fuerza y seguridad de nuestra parte divina. 
 
Mientras creamos que podemos solos, que debemos hacerlo solos, que el control nos lleva a ser fuertes, a poder tener todo lo que creemos que deseamos en este mundo, andaremos perdidos, fluctuando, entre nuestras capacidades, estados de ánimo, estado físico.
 
En realidad, andaremos perdidos dependiendo de nuestras creencias acerca de nosotros. Y ya sabemos que las creencias fluctúan en relación a cómo está el mundo, a cómo viene ese mundo para nosotros, desde la mente egótica.
 
Hoy se nos invita, de nuevo, a mirar al mundo, a pensarnos desde la mente correcta, desde lo que sí somos, desde nuestra divina autoridad, desde la Presencia omnipotente, donde no hay tiempo, ni espacio, ni capacidades inferiores o superiores. Solo hay un fluir  eterno de abundancia, de plenitud.
 
Mirar ahí y diseñar el mundo desde ahí hará que cumplamos nuestra función, hará que todo esté en Paz.
 
Es solo desde esta parte desde donde podemos encontrarnos y podemos encontrar todo lo que nos toca ahora. Regocijarnos de todo lo bueno que está a nuestra disposición. Mirar atrás y vernos en momentos de esa rendición es lo que nos lleva a recordar que ya no hay más autoengaño de que nosotros podemos solos. Y desde ahí podemos invitar a la mente correcta a que ella diseñe con nosotros nuestra vida, con nuestras creencias y pensamientos de abundancia, plenitud, armonía, merecimiento, suficiencia.
 
Que el recuerdo del Amor que somos y el recuerdo de nuestra rendición haga que ese Amor invada hasta la última de nuestras células, para que vibremos en la única armonía del eterno presente, de la eterna Verdad, de la pura Inocencia. Y desde ahí nuestras acciones solo sean cauces de Vida, de Sí a la Vida, de alegría, de plenitud, de totalidad en el mundo. En nuestro mundo, en nuestra familia, en el plan divino.
 
Que todo sea para nuestra Paz, que nuestra rendición en nuestra mente correcta sea para nuestra Paz y la de nuestros Hermanos. 

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